Acerca de Mirrorball en CCE - Entrevista a Luisho Díaz

03.10.2020

Por Alejandra Pintos

Hace dos meses inauguró RIP, una exposición de la colectiva COCO en el Centro Cultural España que busca evidenciar la inequidad intrínseca a las artes visuales. Pero, como explican en la muestra, no alcanza solo con señalar y mirar hacia atrás, sino que es necesario proponer para generar un cambio.

En ese contexto el CCE habilita en la antesala a RIP un espacio llamado Narración, que busca "habilitar algunas de esas voces ausentes en nuestra narrativa artística". Durante dos meses se sucederán tres muestras dedicadas a artistas queer, artistas afro y un espacio para reflexionar sobre los pueblos originarios.

La primera, Mirrorball, se extendió hasta el 29 de octubre y fue curada por el artista Luisho Díaz, que por primera vez se enfrentó a un proyecto curatorial de manera individual. Conversamos con el artista sobre la muestra.

¿Cuál fue la propuesta con la que te convocaron desde RIP?

Me invitaron a hacer una curaduría queer, que es un término dice mucho y no dice nada, un comodín para referirse todo lo que no es heterosexual, o en las expresiones de género identifica a todo lo que no es masculino o femenino. Entonces mi enfoque no pasó por tratar de presentar lo queer como una categoría identitaria más -por más que haya personas que se identifiquen de esa manera- sino por entender lo queer como un lente por el cual ver el mundo, una postura crítica hacia cómo nos conformamos y cómo eso luego sí se traslada a la identidad de género, la sexualidad y otros aspectos de la vida.

Eso se puede ver en la forma en la que están dispuestas las obras, se ve cómo dialogan entre ellas.

Sí, totalmente, la idea era hilvanar las piezas. No es una exposición para ver obra por obra, se entiende en el conjunto, se borran los límites del individuo.

Es algo refrescante, quedan los egos de lado y el foco se pone en la comunidad.

La potencia está en el conjunto de obras y en lo ambiental, en la experiencia atmosférica de estar en la sala. Por eso estaban las bolas disco y música, quería llevar la noche y la fiesta.

¿Cómo fue tu acercamiento -a contrarreloj- con los artistas?

Fue muy vertiginoso. Una vez que tenía claro el enfoque me planteé tres patas que tenían que estar presente en la exposción: artes visuales, música y moda. Dentro de las artes visuales quería enfocarme en los autorretratos, me parecía importante tener obras de artistas que se representen a sí mismos. Eso contrasta con la selección de fotografías que son todas de un mismo autor, Manuel Calderó, que son registros analógicos de fiestas, eventos, movidas under de acá.

Su trabajo tiene un gran valor documental

Sí, me parece importante además que sea desde adentro, no es una visión exotista de alguien que lo ve de afuera. Él es parte de eso, hay un acercamiento mucho más respetuoso y auténtico. Empezamos diciendo que íbamos a elegir 30 fotos y terminamos con 99.

Entonces, tenía al sujeto en libertad de representarse a sí mismo en contraposición con lo otro que es la captura de lo queer en ejercicio. Con esas dos premisas en mente empecé a contactar a artistas que tenían autorretratos que podían sumar un espejitos a esa bola de discos metafórica que es la exposición. Los primeros que contacté fueron Fabricio Guaragna y Belén Rivera y después fui sumando artistas, casi todos a través de Instagram. Ese es otro detalle queer (risas). Algunos, incluso, produjeron obra para la exposición.

¿Y cómo hiciste la conexión con la canción "Mirrorball" de Taylor Swift?

Para mí el pop siempre es una de las grandes fuentes de inspiración y de referencia. Y cuando ya tenía el planteo hecho, ya sabía qué obras iban a estar, por dónde iba, había llegado a la imagen de la bola disco. Para mí es una metáfora de lo queer, un reflejo que siempre está en movimiento y constante cambio. Entonces la canción salió en paralelo a cuando empecé a trabajar esto. La frase soy una bola de espejos, te mostraré todas las versiones de ti esta noche me pareció ideal para abrir la muestra. Me parecía mucho más accesible y auténtico que ponerme a citar a los teóricos, a Paul Preciado o Judith Butler. También pensando en el público al que va dirigido esto, no quería generar una distancia simbólica, cultural. Eso se ve en los contenidos.

¿En qué sentido?

En la selección de los videos y de las obras hay un cuidado en intentar abarcar la mayor cantidad de identidades. Los artistas que están ahí no necesariamente se identifican como queer, lo que hay son obras que conforman para mí este relato o esta narración sobre cómo acceder a algo queer. Por ejemplo, el video de Agustín Casulo -un hombre cisgénero, heterosexual- yo lo llevo porque se llama Autotune Diavolo - El trap es mentira, hay un cuestionamiento del mismo género de la canción. Eso es un gesto queer para mí, el cuestionar la norma, cuestionarse a uno mismo. Con Alfonsina lo mismo, porque en el video que seleccioné es retratada como una guerrera fuerte y decidida, que no son características que se le atribuirían hegemónicamente a la construcción de la belleza femenina. Entonces, esto no es arte queer, sino que son artistas que en la sumatoria de las piezas conforman la narración, de lo queer como los lentes por los cuales veo el mundo.

¿Por qué tomaste la decisión de incluir un espejo?

Para incluir al espectador. Porque la muestra es un corte mío sobre lo queer y hay mucho que queda afuera. Entonces el espejo habilita a que todos sean parte de esa bola disco, termina siendo tu imagen el último autorretrato que complementa ese espacio y que siempre va a cambiar según quien esté enfrente.

¿Qué reflexión te despertó la muestra RIP?

Para mí son súper necesarios estos espacios y para mí ahí está el potencial del arte, el usarla como una plataforma que habilita un diálogo a partir de temas complejos. Además, el gesto de poner la curaduría al frente y que la RIP estuviera al fondo simbólicamente me parece que es algo que está buenísimo. Quedé muy conforme con todas las interacciones que surgieron a partir de la muestra, fui varias tardes. Había un grupo de personas que venían más desde la academia y otro que eran pibes que viven lo queer en carne propia. Entonces celebro eso, que el arte genere puntos de encuentro, más aún en estos temas que nunca está de más volver a tocarlos y echar un poquito más de luz.