Un acercamiento al arte postdigital

09.06.2020

Por Alejandra Pintos

Basta con usar la palabra millennial para que quien la lee o escucha inmediatamente piense en un joven privilegiado que no hace más que pasarse en las redes sociales y tomar café excesivamente caro. Sin embargo, esta generación es mucho más que eso en todos los campos y el arte no es la excepción.

Mientras que algunos artistas nacidos a partir de los ochentas se adhieren a corrientes del pensamiento del siglo pasado, otros están produciendo obras con un punto de vista nuevo, con una mirada filosófica que rompe o transforma el conocimiento previo. Y una de las corrientes que están a la vanguardia, en ese sentido, es el arte postdigital.

"Es una generación que nace en medio de las guerras, de la invasión a Afganistán, Irán y Libia, y crecen en medio de la caída de las Torres Gemelas. Al ser nativos digitales tienen un manejo de la imagen y de Internet mucho más naturalizado que el resto de las generaciones: desde ese lugar producen una nueva simbología que naturaliza las imágenes en baja resolución, la virtualidad y lo incorporan al discurso que hace cuestionamientos sobre el relato hegemónico de la historia. Tienen un punto de vista vinculado a la ecología, al feminismo y al anti-racismo", explica Fernando López Lage.

El arte postdigital deconstruye la idea del humano como centro de todas las cosas. Propone una nueva mirada sobre la categorización, intentando generar una red de actantes, como escribe Bruno Latour, a través del diálogo entre lo digital, lo biológico, cultural, el espacio real y el ciberespacio, los medios mixtos y la comunicación física, lo sensorial, lo kinético, la globalización y las obras creadas a través de la participación, interacción y colaboración. De alguna manera es como si los artistas -que se criaron y crecieron con la tecnología al alcance de sus manos- pensaran a sus obras como en hipervínculos y pestañas que se van abriendo y abriendo, expandiendo el conocimiento hasta el infinito.

En cuanto a los materiales, los artistas postdigitales utilizan objetos cotidianos como energizantes, desodorantes o antidepresivos, y los resignifican. Un ejemplo es la obra de Yngve Holen (1982), que para Extended operations creó unas piezas de mármol de Verona basadas en un escaneo 3D de diferentes cortes de una carnicería ubicada en Berlín. El mármol fue tratado con agentes químicos para simular la textura de la carne y así jugar con la percepción de los materiales, desarticulando la naturaleza del mármol e incorporando capas de cuestionamiento más profundas como el consumo de la carne animal característico del Antropoceno.

Otro ejemplo es el de Timur Si-Qin (1984), que para su obra Axe Effect crea diferentes esculturas con productos de la marca Axe y espadas que hablan de la violencia, lo erótico y las feromonas. Tanto para él como para el resto de los artistas que adhieren a la filosofía OOO (Object-Oriented Ontology / Ontología orientada al objeto), los materiales tienen un efecto más profundo en el espectador que aquellos significados asociados con la perspectiva económica capitalista.

"La razón por la cual los logos están en todos lados es por la manera en la cual funciona nuestra memoria: tenés un signo con un conjunto de asociaciones que podés memorizar fácilmente a este símbolo visual. No tiene nada que ver con la escuela económica del pensamiento", explicó Si-Qin a Artspace, en relación a la presencia de los logos en su obra.

Es que una de las búsquedas de los postdigitales es deconstruir el Humanismo vinculado al arte, generar un nueva categorización que pone al sujeto y a las cosas en un mismo nivel de entendimiento y por ende va en contra del antropocentrismo. Es complejo, pero Artspace lo explica de manera accesible: "Pregúntate: ¿qué quiere tu tostadora? ¿Y tu perro? ¿O las bacterias en tu estómago? ¿Qué tal los píxeles de la pantalla en la que estás leyendo? En otras palabras, ¿pueden los animales y otras entidades no-humanas transitar su existencia fuera de nuestra definición antropocéntrica de la conciencia? Eso es lo que se cuestiona el movimiento filosófico incipiente conocido como Object-Oriented Ontology u OOO".

En ese sentido, una de las exploraciones más interesantes es la de Anicka Yi (1971), artista coreana-estadounidense que se ha especializado en el aspecto olfativo del arte. En 2017 Yi tomó una colonia de bacterias de su axila para crear una obra viva que fue exhibida en el museo Guggenheim de Nueva York. "Creo fragancias basándome en una narrativa, ya sea captar un recuerdo elusivo o tratar de crear el perfil de un ser humano", explicó a Wired.

Esta obra cobra una nueva dimensión en tiempos de covid-19, en los cuales un virus, algo invisible que tiene una vida más allá de los humanos, ha transformado la realidad de las sociedades alrededor del mundo.